Hay cosas en la vida que tienen magia. Sitios, viajes, experiencias que tienen un "no-se-qué" que los hace especiales y diferentes del resto. Afortunadamente, tengo la suerte de que me encuentro bastante a menudo con alguno de estos momentos mágicos. Quizás es sólo suerte...o quizás también hay que saber buscarlos ;-) El último de ellos tuvo lugar en el País Vasco el pasado 20 de Octubre. Nos fuimos a pasar el fin de semana a Guipuzkoa, organizando, como no, una de nuestras visitas a un buen restaurante. Cenar en Mugaritz se convirtió en mucho más que una cena. Se convirtió en una experiencia en la que los cinco sentidos, dirigidos por la emoción, juegan durante cuatro horas, creando uno de esos momentos imborrables en tu memoria, donde se quedará para siempre.
No me extiendo ni el contenido ni en el resultado de la cena, puesto que no es el objetivo de este blog. Pero no podía dejar pasar este "momento imborrable" y quería dejar su huella en este post. Así que os enseño el punto final de la cena, donde disfrutamos de unas riquísimas avellanas con cacao amargo para acompañar el café. Nos las sirvieron en una cajita de madera, en la que pequeños granos de chocolate creaban el efecto de un fondo de piedras.
No me extiendo ni el contenido ni en el resultado de la cena, puesto que no es el objetivo de este blog. Pero no podía dejar pasar este "momento imborrable" y quería dejar su huella en este post. Así que os enseño el punto final de la cena, donde disfrutamos de unas riquísimas avellanas con cacao amargo para acompañar el café. Nos las sirvieron en una cajita de madera, en la que pequeños granos de chocolate creaban el efecto de un fondo de piedras.
Simplemente el final perfecto para una cena perfecta.
Supongo que le pagaríais una buena cantidad de euros al chef del restaurante para que os dijera como hacer estas avellanas, no??? Si no es así...os animo encarecidamente a que experimentéis en la cocina hasta que os salgan por lo menos con la misma pinta. Me ofrezco a catarlas. :-)
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